En la Edad Media y el Renacimiento se escribían los “espejos de príncipes”, tratados para instruir a los futuros gobernantes en las truculentas formas del ejercicio del poder. Los specula principum eran breviarios a medida que detallaban todo lo que el futuro príncipe necesitaba saber, desde las sutilezas de la Corte hasta las recomendaciones despiadadas para enfrentarse a sus enemigos: manuales de buenas y malas costumbres políticas. El más célebre de todos ellos fue El príncipe de Nicolás Maquiavelo, un hito en la historia del pensamiento político y detonante de un escándalo existencial que duró siglos y trastornó por completo la cultura Occidental. Ahora bien, no todos los espejos tuvieron las mismas ínfulas. El género se propagó a otros sectores sociales y ocupaciones cotidianas: hubo espejos de alquimistas, de mercaderes, espejos judiciales y hasta specula virginum. En parte libro de consejos, en parte declaración de principios y reflexión cotidiana, los espejos constituían a la vez una teoría moral y una guía práctica de cómo ser y cómo obrar.
Si el género no hubiera sucumbido al libro de autoayuda, LIGA, un espacio de bolsillo para arquitectura fundado en Ciudad de México por el despacho PRODUCTORA, sería un espejo de arquitectos: herramienta de (auto) exploración y (auto)crítica que articula, acciona y canaliza la voz propia a través de otros, reflejando en el trabajo ajeno —o al menos colaborativo— una forma de hacer cambiante, una práctica legible en construcción. LIGA abrió sus puertas por primera vez en primavera de 2011, en la esquina entre Insurgentes y Chiapas de la palpitante colonia Roma, en un pequeño local triangular que había sido sede de la Liga Bíblica México. El nombre se quedó como un guiño y un significante: un espacio de enlace entre formas de hacer y entender arquitectura. En sus tres breves años de existencia, LIGA ha presentado exposiciones que dan a conocer al público mexicano el trabajo de jóvenes arquitectos latinoamericanos (con la excepción de una española, Izaskun Chinchilla, y del estudio portugués de Ricardo Carvalho + Joana Vilhena) a través de un formato tripartito: piezas/intervenciones, textos de acompañamiento y encuentros públicos.
A diferencia de otros espacios dedicados exclusivamente a difundir arquitectura, este trocito expositivo de 16 m2 lo gestiona un despacho de arquitectura activo, con sus propios encargos y proyectos de construcción comunes y corrientes. ¿Cómo es que PRODUCTORA, con todas las limitaciones propias de una oficina joven, decide abrir LIGA para compartir inquietudes y aprendizajes a través de los experimentos arquitectónicos de otros? ¿Para qué hacer todo esto público en forma de presentaciones, debates e impresos? ¿Qué aprendemos acerca de PRODUCTORA si desmenuzamos LIGA?
Cuéntenme cómo surgió LIGA. ¿Siempre quisieron formar una oficina dual, con un brazo operativo y otro más reflexivo?
En realidad no, primero se trataba de arrancar PRODUCTORA. Siempre hemos entendido LIGA como algo aparte, aunque desde el principio hemos creído en la reflexión a través de la acción: de ahí viene el nombre de PRODUCTORA, pero también el formato de LIGA. Procuramos acercarnos a la arquitectura a través del proyecto, no tanto a través de la investigación o de lecturas aisladas.
Entonces, ¿qué os llevó a formar PRODUCTORA? Por lo general, cuando montas un estudio es porque compartes afinidades y ambiciones claras con tus socios desde un principio. En el caso de PRODUCTORA no fue así. Fueron más un conjunto de circunstancias prácticas —como la necesidad de tener que compartir un espacio o echar una mano con un proyecto— las que nos empujaron a trabajar juntos. Lo extraño, o lo interesante, es que estas afinidades se han ido forjando con el tiempo. En un principio todos teníamos marcos de referencia muy distintos, ideas diferentes acerca de lo que era la arquitectura, de cómo se debe trabajar o de cómo resolver los proyectos. Con los años estos marcos de referencia se solapan, no solo por el tiempo que pasamos juntos y las experiencias que compartimos, sino también porque nos hemos hecho con un universo interno de conceptos, referencias y soluciones formales. Las experiencias con LIGA forman parte importante de esa base compartida sobre la que trabajamos ahora. Antes no existía este vocabulario común del que nos podemos nutrir ahora.
La arquitectura que se está haciendo en México hoy es más de figuras que de escuelas, más individualista que de rasgos colectivos, de ese vocabulario común del que hablan. ¿Creen que la naturaleza colaborativa de PRODUCTORA, y de LIGA, es una forma alternativa de construir cultura compartida?
Siempre procuramos encontrar el valor o interés común como oficina y equipo, aunque en paralelo mantengamos nuestros intereses personales. Eso permea todo lo que hacemos en la oficina: desde los procesos de trabajo hasta los resultados en los proyectos. Cuando nos interesa personalmente cierto camino para un proyecto, a veces nos resulta un reto mayor presentarlo al resto de los socios que al cliente. Nosotros mismos nos volvemos nuestra propia escuela. Si no fuera por estos choques internos o por la búsqueda de referentes y discusiones en otras partes, nuestra producción se estancaría. PRODUCTORA no avanza en línea recta. De la misma forma, LIGA nos amplía el horizonte, nos saca de nuestras propias rutinas, permite que nos desviemos y que encontremos nuevas cosas.
¿De dónde viene la idea de colaborar con otros estudios de arquitectura?
El estudio siempre ha estado marcado por la experiencia del trabajo colectivo y un espíritu pragmático, de entendimientos y formas de hacer que se construyen sobre la marcha. Desde muy temprano hemos extendido esa naturaleza colaborativa de la oficina hacia afuera, y hemos trabajado con otras personas con perfiles distintos, sobre todo artistas (como con Iñaki Bonillas, con quien hemos colaborado en varias ocasiones). De hecho, nuestro primer proyecto construido fue el montaje de la exposición retrospectiva de Francis Alÿs, Diez cuadras alrededor del estudio, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso en el 2006. Para nosotros fue un ejercicio muy interesante, sobre todo en términos de entender la autoría. En este tipo de colaboración, la pieza no es tuya. Lo que hacemos es ofrecer un apoyo arquitectónico al artista, que quizás tiene una idea bastante clara pero no sabe cómo realizarla, no sabe cómo detallarlo en términos de proyecto ejecutivo. Aunque la idea sea más del artista, nos delega la responsabilidad de resolverla. Obviamente, también tiene que haber una afinidad, porque estamos diseñando un soporte para su idea o su obra. (En el caso de la exposición de Alÿs, de manera literal, diseñaron un tabanco.) Lo interesante es que sí se aporta algo, pero no es un proyecto de tu autoría. Así funciona PRODUCTORA: cada uno aporta, pero nadie es realmente dueño del proyecto.
Más allá de probar los límites de la autoría y las recompensas del trabajo colaborativo, me parece que en LIGA también permea algo de esa sensibilidad propia de los espacios de arte. ¿Es intencional?
En Ciudad de México abundan los espacios de exposición para artistas, que por lo general no comparten muchas de esas pesadas responsabilidades con las que cargamos los arquitectos, de un rigor técnico muy alejado de la libertad del artista. Cuando invitamos a un arquitecto a que trabaje en LIGA, eliminamos esa responsabilidad técnica, quitamos los plazos largos del proyecto tradicional y procuramos también evitar las exigencias de un encargo o un cliente típicos. LIGA quiere ser un espacio de libertad para pensar y trabajar sin preocuparse tanto por todo aquello que conlleva un proyecto arquitectónico, y creemos que las intervenciones reflejan eso. Los artistas están acostumbrados a esta libertad, pero para un arquitecto un encargo que le permita explorar libremente sus propias inquietudes es algo rarísimo. Por otro lado, la presencia de Ruth Estévez, cofundadora de LIGA y una persona vinculada al mundo de arte, seguramente es un factor importante. Sin embargo, siempre ha sido claro para nosotros que LIGA es un espacio de arquitectura, no un espacio para intervenciones artísticas. Los proyectos son comentarios sobre lo que es la arquitectura, no hacen referencia al mundo del arte.
También han recibido invitaciones a participar como comisarios de exposición. ¿En qué medida esta experiencia como comisarios fue un precedente para LIGA?
La exposición sobre arquitectura moderna mexicana en la que trabajamos junto con José Castillo para el museo BOZAR de Bélgica y nuestra colaboración con Archivo Diseño y Arquitectura fueron retos distintos a los de nuestras experiencias anteriores con artistas. En aquellas ocasiones se nos invitaba no solo a diseñar un soporte museográfico, sino a actuar como comisarios, a seleccionar piezas u obras y pensar en cómo presentarlas, pero también a definir la forma en la que podrían vincularse en términos conceptuales. En este tipo de colaboraciones sí que existe una vocación más clara de autoría. Quizás LIGA sea más un formato intermedio, donde nosotros definimos los términos del encargo, pero cada arquitecto es responsable de la idea.
¿Por qué se propusieron construir un espacio de excepción en un contexto tan cerrado y atávico —casi cortesano— como el de la escena arquitectónica de Ciudad de México?
No es un problema exclusivo de México, en América Latina en general existen muy pocas plataformas críticas donde discutir seriamente el trabajo de los arquitectos. Las revistas latinoamericanas por lo general publican descripciones que los mismos arquitectos hacen de sus proyectos. Lo que falta es una infraestructura cultural que pueda dar un significado a la producción local y proveer a los arquitectos la necesaria retroalimentación sobre su obra intelectual. Mientras tanto, el renombre o el fracaso de los estudios de la región se miden por s u éxito empresarial (la cantidad de obra construida), el número de publicaciones en revistas comerciales o su popularidad en Facebook. La publicación de monografías de encargo —y pagadas— por los propios despachos de arquitectura hace todavía más difícil diferenciar el trabajo auténtico o realmente interesante de aquel de a quienes simplemente “les va bien”. Se exige muy poco y no hay una cultura de expresar, discutir o criticar tu propio trabajo. Si fuéramos buenos escritores, quizás hubiéramos optado por vincularnos a la crítica colaborando con una publicación, pero ninguno de los cuatro somos escritores prolíficos. Al final creemos en la arquitectura que se ejerce a través de la acción de proyectar. Nos interesa el desarrollo de un proyecto y la carga intelectual que tiene ese proceso: la metodología y la solución de problemas tanto intelectuales como técnicos. Así que nos pareció lógico arrancar con un espacio que invitara a arquitectos jóvenes a presentar una pieza para interactuar y dialogar con nuestros colegas de una manera en la que nos sentimos cómodos.
LIGA es un animal extraño. Son poquísimos los referentes, no solo en México sino en cualquier sitio, de espacios de exposición y difusión de arquitectura tan estrechamente vinculados con un estudio activo que también construye. Insisto, ¿cómo y por qué un despacho de arquitectos decide abrir un espacio con estas características?
De alguna manera la idea de LIGA surge de nuestras propias dificultades para presentar y hablar de nuestro trabajo: ¿qué decimos acerca de lo que hacemos y cómo lo contamos? Empezamos a tener más conciencia de lo que rodeaba nuestra propia actividad: discusiones que nos parecieron interesantes, el trabajo de algunos de nuestros colegas, las inquietudes compartidas. Hay un antecedente del que no hablamos mucho. Cuando empezamos a trabajar como PRODUCTORA, y nuestros proyectos empezaban a tener cierta visibilidad, en entrevistas y conferencias la gente nos preguntaba: “¿Qué es lo que os define como estudio de arquitectura?”. Este tipo de preguntas nos parecían muy difíciles de contestar, porque éramos jóvenes, estábamos empezando y apenas encontrábamos nuestra forma de trabajar juntos. En esos primeros años de PRODUCTORA nos invitaron a participar en el Young Architects Forum de la Architectural League de Nueva York, y allá nos hicieron una pregunta completamente diferente: nos pidieron que nos representáramos en un espacio, que interviniéramos en un espacio. Nos dimos cuenta de que ahí estábamos combinando estas preguntas o posicionamientos más teóricos con temas técnicos y formales, temas pragmáticos de cómo con un presupuesto y tiempo limitados puedes construir una representación de lo que haces como estudio. Para nosotros era un formato de trabajo mucho más cómodo y placentero. A cinco años de distancia, podemos decir que es más o menos el formato que hemos acabado por implementar en LIGA, donde caben y se resuelven asuntos tanto teóricos como prácticos en un solo movimiento (lo mismo que tratamos de hacer en nuestro trabajo como PRODUCTORA).
Me imagino que gran parte del carácter de LIGA lo define el propio espacio: su minúscula planta triangular, sus grandes ventanales que conectan con la calle, como un escaparate. ¿Cuánto influyen estos factores? ¿Cuánto de ese carácter tan público y a la vez tan acogedor de LIGA lo marca el espacio mismo?
Sin duda, el espacio que ocupa ha dado forma a la vocación de lo que es LIGA; un espacio tan particular inspira directamente a hacer algo. También nos interesaba mucho la condición del triángulo, lo que significa estar en medio de estos dos barrios con tanta actividad, sobre la avenida Insurgentes, una de las más importantes de Ciudad de México. También nos interesaba que el espacio hubiera sido un local comercial, con esas vitrinas que conectan con la calle las 24 horas del día. En un principio el tamaño del espacio resultó conveniente por su renta reducida y porque se entendía que con exposiciones más pequeñas, también los gastos iban a ser menores. Con el tiempo hemos entendido que justo allí encontramos el elemento clave para el desarrollo de la propuesta de comisariado: las mismas limitaciones del espacio excluyen cualquier noción preconcebida de una exposición de arquitectura y obliga a los arquitectos a que investiguen nuevos formatos. Los pilares intrusivos, las superficies de vidrio, la forma irregular y la planta diminuta no permiten introducir simplemente una serie de planos, maquetas o fotografías, como en una exposición clásica de arquitectura. Exigen una aproximación diferente. Para nosotros las intervenciones que se han generado en este espacio son una respuesta natural a las restricciones de lo que puede hacerse ahí: plantear una idea o un problema. Son casi maquetas.
Me parece interesante que hablen de las intervenciones en LIGA como “maquetas”. Va muy en la línea de sumar pequeños gestos en lugar de hacer afirmaciones pomposas, proponer exploraciones sutiles en lugar de manifiestos. ¿Creen que esta actitud y esta escala responden mejor a las condiciones y retos actuales de la arquitectura?
En el estudio siempre trabajamos con maquetas muy básicas, que funcionan casi como bocetos, como expresiones de una idea básica. Las reglas que dirigen nuestro diseño siempre están dadas en el encargo y en el contexto físico. Cuando nos sentamos a diseñar no empezamos a discutir en términos abstractos o teóricos: trabajamos con lo que hay sobre la mesa. Pensándolo bien, las intervenciones en LIGA funcionan de manera parecida: un primer ejercicio para hacer tangible una idea. Más que como representación de un proyecto, sirven como puntos de partida para discusiones posteriores. Las propias limitantes en términos de espacio, tiempos y presupuestos nos empujaron a motivar que nuestros invitados propusieran ideas o intenciones espaciales, más que representar proyectos a escala. Por lo general, cuando un arquitecto enseña su obra, la presenta de forma cerrada: una habitación es una habitación, un muro es un muro. En LIGA buscamos más pretextos o historias vinculados a los proyectos, de manera que cada proyecto puede tener muchas lecturas diferentes. Eso nos también nos llevó a pensar en arquitectos emergentes, sin los vicios de una estructura consolidada, con visiones frescas, aunque no maduras al ciento por ciento, que permiten esa multiplicidad de lecturas.
Hablando de reglas, ese es otro de los temas recurrentes en el trabajo de PRODUCTORA. ¿Son más o menos flexibles o inflexibles con las reglas en LIGA que en sus propios proyectos? Pensando en reglas no tanto como forma y formalidad, sino más bien en términos del quehacer arquitectónico.
Aquí entra otra vez nuestra experiencia de trabajo colaborativo interno en PRODUCTORA: la importancia de negociar internamente una serie de reglas para articular un proyecto, para obligarnos a explicar a los demás qué es lo que queremos lograr cuando estamos pensando en una geometría específica, en cambiar algún detalle, en alguna variación de color. Así, nuestros proyectos nunca pueden basarse en un deseo o intención personal: siempre son ideas concertadas. En los encargos para LIGA procuramos siempre partir de cero, dar carta blanca a los colaboradores. Ellos tienen que dar el primer paso para plantear sus intereses o ideas. Las reglas en este caso tienen que ver con las limitantes básicas del espacio, los tiempos, los presupuestos, pero también con la esencia del proyecto. En el trabajo como comisarios de LIGA procuramos intervenir lo menos posible, mientras que en nuestras colaboraciones con artistas la idea fuerte por lo general ya existe, y simplemente tenemos que diseñar apoyos para esa idea. En LIGA la colaboración es más una forma de acompañamiento. Es un proceso de dos etapas: primero validamos la idea que a grandes rasgos nos presentan los invitados y verificamos que funcione en el contexto de LIGA. La segunda etapa viene meses después, cuando toca la producción de la pieza, y ahí intervenimos con sugerencias técnicas para ayudar a resolver lo mejor posible la propuesta. Los arquitectos que invitamos no conocen el espacio, y es bastante difícil para alguien que va a intervenir el espacio entender las condiciones del mismo. Por eso en ocasiones nos implicamos casi involuntariamente: preferimos únicamente plantear una serie de parámetros y procurar que se verifiquen.
Sin embargo, por su carácter experimental uno diría que es necesario que de vez en cuando se rompan las reglas, ¿no?
Sin duda, pero lo fácil es definir las reglas: romperlas tiene su chiste. Con el paso del tiempo, conforme maduramos como estudio, nos sentimos un poco más cómodos aventurándonos a romper las reglas y a permitirnos descubrir cosas nuevas. En LIGA, sobre todo después de varias intervenciones que ya se han llevado a cabo, sentimos que podemos ser más flexibles con las reglas y aventurarnos más a probar cosas. Lo que sí procuramos evitar es que los arquitectos participantes se limiten a representar su obra, una tentación siempre presente, pero es más difícil encontrar la manera de hablar de tu trabajo sin presentar tus proyectos. Sobre todo cuando te presentas en un lugar donde no necesariamente te conocen, el primer instinto es presentar lo que tienes y lo que has hecho, no arriesgarte a hacer algo nuevo. Aun así, insistimos en que es importante rodear la representación de la obra a través de planta, corte, o la maqueta y ver de qué otras formas se puede presentar arquitectura. A pesar de que sea algo que incluso a nosotros nos cuesta trabajo.
Más allá de las intervenciones en el espacio de la galería, ¿qué importancia tienen los formatos de soporte complementarios de LIGA? Me refiero a los carteles y los textos por encargo, pero también a los “Interludios” que se organizan entre las diferentes exposiciones.
Todos son importantísimos, pero no dejan de ser complementarios. Necesitan la presencia física de la intervención. Nosotros somos muy materialistas; necesitamos algo tangible, algo material, algo que puedas mirar y tocar y con lo que te puedas quedar. En LIGA tienes la pieza, el texto que alguien más escribió sobre la pieza y finalmente la presentación de la pieza y de su trabajo, que hacen los propios arquitectos en una conferencia informal. Son tres enfoques distintos, tres momentos distintos que forman parte de un mismo ciclo. Uno puede hablar mucho de ideas, pero para nosotros lo más importante es hacer que las ideas aterricen, ver de qué manera pueden materializarse. Creemos que en estos tiempos es un lujo poder cubrir estas tres condiciones, y en LIGA lo hacemos siempre.
¿Qué impacto creen que ha tenido LIGA para PRODUCTORA y en el contexto inmediato de Ciudad de México?
Es difícil definir el impacto de un proyecto como LIGA. No es algo que midamos en términos de la cantidad de gente que viene a las inauguraciones, o la cantidad de notas de prensa, por ejemplo. Quizás el público que asiste se limite todavía a un círculo reducido, pero eso no significa que sea poca cosa. Si de repente escuchamos que alguien en Bruselas o Estambul quiere replicar el modelo de LIGA y hacer un espacio bajo parámetros parecidos, eso nos parece un impacto considerable. Hay un momento en el documental de René Daalder sobre Bas Jan Ader donde el artista escenifica uno de sus performances más importantes, leyendo un artículo de Reader’s Digest titulado “The Boy Who Fell over Niagara Falls” [“El niño que tropezó con las cataratas del Niágara”]. Mientras lo lee, bebe poco a poco un vaso de agua, y a medida que va terminando el artículo, va acabando el vaso de agua. Es una obra importante en el mundo del arte. Daalder cuenta en el documental que estudió la cinta varias veces, y no se escuchaba nada más, ni un ruido, ni un crujido, ni siquiera a alguien carraspeando o tosiendo o levantándose para ir al baño, lo cual hace pensar que durante las cuatro noches que se presentó la performance no había nadie más en la galería. Aun así, se trata de una obra que a la larga tuvo un gran impacto.
Estoy de acuerdo: un gesto pequeño puede tener a la larga un impacto considerable. En mi opinión, LIGA sí ha generado un cambio en la forma de percibir la arquitectura en esta ciudad, sobre todo entre los estudiantes y los arquitectos jóvenes. Creo que abrir este espacio y estas discusiones ha sido un gesto significativo. ¿Cómo se ve PRODUCTORA en el espejo de LIGA? ¿Cómo ha alterado LIGA su propia percepción del proceso creativo, la noción de autoría, o la originalidad? ¿Cómo van construyendo una narrativa operativa y experiencial propia a través del trabajo de otros arquitectos?
Es muy fácil encerrarnos en nuestras propias inquietudes y procesos, pero siempre nos obligamos a mirar qué están haciendo nuestros colegas a través de LIGA. El espacio nos permite alimentarnos constantemente de referentes y de ideas nuevas. El hecho de que sea una exploración abierta y no un proceso cerrado, lo enriquece todavía más a través de otras discusiones y otras lecturas. Es un pretexto perfecto para generar conocimiento. Igual que en nuestros procesos internos en PRODUCTORA, en LIGA vuelve a aparecer el asunto de la autoría. Nos gusta que se problematice esta situación: ¿Qué es la autoría? ¿Cuál es la relación que existe entre encargo y autor? ¿Cómo se nutre una práctica de otras? Más que un elogio a otros estudios de arquitectura, simplemente nos gusta abordar estas preguntas problemáticas. Nos pareció muy interesante esa referencia que hiciste a El príncipe de Maquiavelo: es uno de los textos más claros y directos de la historia, pero al mismo tiempo algo complejo, con múltiples lecturas. Así operamos nosotros: con decisiones muy factuales, muy de construcción, de lógicas, de jerarquías, de pasos. A veces puede parecer un poco soso o plano lo que hacemos, pero para nosotros esto tiene algo de poético. Nos gusta esta lectura de un proceso colectivo más que de un autor o proyecto específico: entender cómo continuamos ciertos gestos y formas de trabajar en distintos proyectos y cómo seguimos por distintos caminos. Viéndolo así, quizás LIGA no esté tan desligado del estudio como nos gusta pensar. Aunque lo consideramos un proyecto paralelo, en realidad acaba retroalimentando y moldeando nuestro propio estudio. Quizás el hacer a través de LIGA se ha vuelto parte intrínseca de nuestro quehacer como PRODUCTORA. Algo parecido a esta entrevista, o a tu propia labor de editor: leerse y dibujarse a través de otros.
Nota: Este texto se redactó a partir de las conversaciones entre Mario Ballesteros y los socios de PRODUCTORA el 9 de octubre y el 4 de noviembre del 2013, en las oficinas de PRODUCTORA en Ciudad de México.