PRODUCTORA
Suleman Anaya
Introducción del libro “PRODUCTORA: algunos proyectos realizados, 2014-22”, Roma Publications, Amsterdam , 2023

La palabra «caleidoscopio» viene de la unión de los vocablos griegos kalos (‘hermoso’) y eidos (‘forma’). Para PRODUCTORA, es importante que esta publicación brinde una mirada caleidoscópica —algunas veces cercana, otras desde perspectivas más distantes— de su obra reciente. Esto se refiere a la estructura del libro —ni jerárquica ni temática; cronológica, mas no exhaustiva— y también a su forma, la cual ha sido planeada cuidadosamente. Se trata de una compilación táctil y elegante de carpetas inmersivas, un tanto abstractas aunque informativas, cada una dedicada a un proyecto individual. Es el resultado de un proceso calculado, en estrecho diálogo con el diseñador Roger Willems, de sustracción y reordenación, combinado con una dosis de deliberación meticulosa y creativa que bien podría tildarse de intuitiva (más acerca de estos gestos característicos de PRODUCTORA más adelante). Dada su autoría compartida, sería redundante sugerir que el libro refleja, en su lógica meditada y en su grado de capricho, las obras que en él se presentan. Su organización responde a dos fines esenciales: transmitir la idea que PRODUCTORA tiene en la autonomía de cada proyecto y su convicción en oponerse a la persistente necesidad de categorización y al uso de preceptos universalmente aplicables. El diseño editorial fluye como por accidente, a medida que los elementos aparecen y se repiten a lo largo de las páginas, produciendo un cautivador conjunto de asociaciones y resonancias.
PRODUCTORA comenzó prácticamente por casualidad, cuando cuatro amigos que trabajaban en el mismo despacho decidieron compartir una oficina paralela en la Colonia Condesa de la Ciudad de México. En el 2006, Carlos Bedoya, Wonne Ickx, Víctor Jaime y Abel Perles formalizaron la sociedad, y si bien su manera de trabajar juntos ha evolucionado y se ha consolidado con el tiempo, en muchos sentidos sigue siendo tan idiosincrática e intuitiva como en aquellos primeros años. La peculiar constelación cuadruplica la productividad del grupo, sin duda, pero resulta igualmente notable que los proyectos de PRODUCTORA no se repartan entre los socios uniformemente. Podría suponerse que este acuerdo explica la naturaleza polivalente de su producción: no hay dos proyectos que se vean iguales o hablen el mismo idioma. La multiplicidad, sin embargo, se debe también a su resistencia a representar una forma absoluta de arquitectura «mexicana», acaso como reacción a la historia reciente, la cual es tan excepcional como limitante.
Hasta la década de 1990, la arquitectura en México estuvo dominada por los fantasmas de Barragán, Legorreta, Ramírez Vázquez y González de León; gigantes del siglo XX que adoptaron la monumentalidad para construir una identidad nacional moderna. PRODUCTORA puede ser considerada un puente entre la generación que rompió con esos antepasados —Kalach, Broid y Norten— y la ola actual de diseño, cuyo lenguaje se adapta mejor a la realidad material y económica de México, y que acaso se detiene demasiado en sus supuestas cualidades artesanales y riqueza natural. (Es fundamental señalar aquello en lo que PRODUCTORA, inteligentemente, eligió no convertirse, considerando el lugar de trabajo que los unió: un presagio más de la gran fantasía paramétrica del diseño.)
Si bien resulta sencillo situar a PRODUCTORA en el linaje de las tradiciones y rupturas de un país, más difícil es describir cómo su contribución al mundo construido actual repercute más allá de América Latina. Su arquitectura aparenta ser simple y directa, aunque rara vez lo es. De hecho, PRODUCTORA suele trabajar en intersticios: entre la representación y la presencia manifiesta; entre lo cotidiano y lo elevado; entre la deducción rigurosa y el capricho metódico. La geometría es la característica distintiva del despacho, pero detrás de esta propensión euclidiana está el deseo —la necesidad, a decir verdad— de confundir, cuestionar y rebatir.
Como ejemplo, el nombre del estudio proviene del mundo del cine y, en español se refiere a una compañía de producción. La elección demuestra una especie de pragmatismo a contracorriente, y en efecto, a PRODUCTORA le preocupa poco lo que está de moda o las expectativas que se tienen de ellos. Durante sus primeros diez años de trabajo, el despacho se dedicó sobre todo a proyectos pequeños, a menudo residenciales, aunque era evidente que su interés principal estaba en obra pública más compleja. En esencia, PRODUCTORA siempre se ha enfocado en hacer edificios que se puedan sentir y habitar, al tiempo que transforman la manera en que una ciudad o un barrio se relacionan con las personas que ahí conviven.
A pesar de su orientación práctica, sería engañoso decir que el trabajo de PRODUCTORA no es cerebral. Esto puede sonar sorprendente, dado que el estudio suele enfatizar su interés en los objetos físicos. De hecho, si bien pensar sobre arquitectura es enormemente importante para ellos, sus reflexiones están siempre al servicio de un resultado tangible. Es un ethos con una integridad fundamentada, crear a partir de ideas, intuiciones e influencias, estructuras sustanciales y duraderas que pueden ser utilizadas por un ciudadano, un cliente o la civilización en general.
El libro abarca 17 proyectos realizados entre el 2014 y el 2022, partiendo del mismísimo ombligo de la ciudad natal de PRODUCTORA, el histórico Zócalo de la Ciudad de México, donde su diseño para un pabellón efímero tomó la forma de un exuberante bosque de diagonales entrecruzadas, adecuado al contexto barroco. Concluye con una fábrica de textiles transformada, donde el tono de verde tomado de los telares hallados in situ denota una intervención mínima, casi invisible. Entre los demás proyectos incluidos en el libro hay viviendas, plazas, auditorios y centros comunitarios, así como una gran variedad de situaciones espaciales como una biblioteca privada, escaleras, terrazas abiertas y patios cubiertos. En otras palabras, abundantes tipologías, formas y precedentes por asimilar y redefinir.
Ciertamente es caleidoscópico, a simple vista sin un hilo conductor. Una variada selección de escritos acompaña las imágenes de cada proyecto. Entre textos de los socios fundadores de PRODUCTORA —de tono poético, preciso, práctico o personal— las contribuciones de amigos, reales y simbólicos, muestran la capacidad desenfadada del estudio para apropiarse de referencias pertinentes que expliquen los diversos aspectos de su trabajo, del mismo modo que sus edificios hacen, sin grandilocuencia, referencia a grandes momentos de la arquitectura. (El trabajo de PRODUCTORA es muy erudito, pero jamás preciosista). Las páginas de este libro reflejan, en conjunto, la gama de vulnerabilidades y virtudes de un despacho ya establecido, pero en una etapa aún temprana de su existencia.
Con el tiempo surgen patrones. Sobre todo un rigor geométrico creado por un orden interno, iterativo. PRODUCTORA alcanza este esquema depurado llevando una serie de variables a su configuración más esencial. A pesar de ser una búsqueda tan enfocada, la fricción se valora por encima de la perfección, revelando otra brecha primordial. El trabajo del estudio existe en el espacio entre la pureza conceptual, matemática, y algo mucho menos predeterminado: la arbitrariedad de la realidad. Aquí entra en juego aquel gesto definitivo antes mencionado, una estrategia compositiva que interfiere con la claridad gráfica y la trastorna. Dentro de un marco de reglas cuidadosamente impuestas, PRODUCTORA deja espacio para la voluntad del arquitecto como autor, lo cual evita que sus diseños se vuelvan genéricos.
Sin embargo, lo que complica el asunto —dado que PRODUCTORA huye de la previsibilidad— es el hecho de que cualquier cosa puede ser un pretexto para la disrupción: una condición, un pensamiento, un accidente, un detalle banal. En lugar de ser un truco, la tendencia del estudio a la oposición deriva de su perspectiva empeñadamente realista. Como modus operandi, dicha postura reconoce la imposibilidad de traducir nociones abstractas en objetos físicos que deben relacionarse con el espacio y el contexto, más aún en un lugar como México. Y así se revela una línea que surca el libro: todos los proyectos incluidos en él reescriben su entorno mediante una pequeña y deliberada desalineación, dando lugar a nuevas interpretaciones de tales contextos. Las circunstancias dan forma a sus diseños, pero invariablemente es algo que no está predeterminado, lo que brinda a cada proyecto su carácter distintivo y lo convierte en una obra significativa.
Con frecuencia, los diseños de PRODUCTORA pierden su estado idealizado en cuanto se instalan en el suelo. La inscripción de una construcción en cierto terreno (o, alternativamente, la forma en que ésta surge de él) es una preocupación recurrente. Ya sea en la selva de Yucatán o en los enclaves gentrificados de Los Ángeles, sus obras están moldeadas por la topografía específica del lugar (entre los proyectos no realizados hay también propuestas de edificios subterráneos). Dichas nociones de la arquitectura como terreno construido son evidentes, por ejemplo, en Teopanzolco, donde el paisaje incorpora un sitio arqueológico. Este proyecto es también un ejercicio de geometría extrema, pues el auditorio adapta los cimientos de una estructura preexistente, ampliándola y superponiéndole dos triángulos. Conforme el triángulo mayor se disipa en el terreno, la parte con menor volumen ubicada por encima de este propicia una relación directa con la pirámide azteca. Al igual que con las retículas y los planos ortogonales de PRODUCTORA, la función principal de los triángulos de Teopanzolco es contener una idea central que se regocija en su infinito potencial.
Lo mismo sucede con el color. En sus inicios, los edificios de PRODUCTORA tendían a ser blancos, una negación implícita y purista que difuminaba la memoria, los detalles y cualquier sentido útil de la escala. En años recientes, se han incorporado estallidos cromáticos a las herramientas del estudio, en atención a la dificultad de lograr una pigmentación natural cuando se construye con una paleta de materiales más industrial. Un conjunto habitacional en Colorado es el ejemplo más notorio de la gama cromática desplegada en sus obras para codificar, unificar, cubrir, resaltar, profundizar, mezclar, perfilar y contrastar. Paradójicamente, lo que podría malinterpretarse como un guiño al uso escenográfico del color en la llamada arquitectura emocional es, de hecho, congruente con el objetivo rector de enfrentarse a las condiciones de un espacio en vez de disfrazarlas. «La pintura es pintura y no debe pretender ser otra cosa, mucho menos algo orgánico», pareciera decir la aplicación de color de PRODUCTORA: apenas un parámetro más en la composición objetiva-subjetiva del espacio pensado con rigor y consistencia.
La idea de transformar el espacio mediante gestos sencillos, inteligentes e inesperados es lo que mueve a PRODUCTORA, y el estudio prospera en un mar de fuentes e influencias. Tiene una capacidad voraz para absorber y dar nuevos significados a todo aquello que les parezca relevante para realizar una arquitectura novedosa y sugestiva: casas telescópicas, techos a dos aguas, diagonalidad, la semiótica de cómo funciona un hogar. Bedoya y sus socios tampoco son tímidos al reconocer a sus héroes. Su declarado panteón de inspiración es extenso y ecléctico: Rossi, Stirling, Hejduk, Ungers y Tange se encuentran en la lista fluida de arquitectos históricos que suelen consultar. PRODUCTORA aprovecha estas referencias de manera selectiva y pragmática; si la estrategia formal de un maestro difunto es útil, hacer uso de ella es juego limpio, y no hay necesidad de ser demasiado reverente ni copiar su modelo con exactitud. No se trata de rendir homenaje, sino de apostar por buenas soluciones que el tiempo ha mejorado.
Sin embargo, las mejores influencias no tendrían valor sin el activo principal del estudio, las cuatro mentes que lo dirigen y la extraordinaria química que hay entre ellas. La calidad y amplitud de la obra de PRODUCTORA superan la suma de los talentos de sus socios. Gracias a esta unión fortuita, el despacho ha producido una arquitectura enfáticamente libre, cimentada en unos cuantos principios básicos: La creencia de que se pueden crear experiencias espaciales generosas a través del cuestionamiento disciplinado y la experimentación audaz; que la ambición formal se puede lograr sin recurrir a formas espectaculares; que la arquitectura reflexiva que combina contraste e ingenio puede ser potentemente atemporal; y que un edificio puede ser fácilmente legible, y al mismo tiempo reservar un nivel de complejidad e incluso un sentido de lo abstruso.
Al crear edificios que funcionan, deleitan, estimulan y se mantienen firmes ante corrientes pasajeras —y siempre fieles a la curiosidad intelectual que los caracteriza— PRODUCTORA es un estudio de arquitectura poco común. Este libro es tanto un compendio como una promesa de esta singularidad. Es un recorrido por el trabajo realizado a lo largo de una década y un presagio de lo que es posible construir sobre esos cimientos.


