El circo en serio. Notas sobre el estudio de Mansilla Tuñon.

Wonne Ickx
Revista Código 06140, septiembre - octubre 2007

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Muy pronto en la ciudad de Madrid no se pondrá el sol; el pasado mes de abril los arquitectos Luis Mansilla y Emilio Tuñon ganaron el concurso para un Nuevo Centro de Convenciones de la capital española con un proyecto que asemeja un magno amanecer donde un sol extremo se asoma sobre la línea del horizonte urbano. El volumen redondo que combina la franqueza formal de la arquitectura modernista como la de Niemeyer o Le Corbusier con las nuevas tecnologías de iluminación a bases de led's, convertirá la zona en un decorado viviente, propio de una película de ciencia ficción hollywoodense. El edificio no es solo un espectáculo metropolitano: la organización funcional de las plantas encimadas, las inteligentes tecnologías aplicadas obteniendo un edificio bajo en consumo de energía y la idea de ceder gran parte del terreno para desplegar un parque urbano fueron factores decisivos para el jurado que otorgó el premio a los arquitectos españoles. Recuerdo que hace un par de años, en una visita a su oficina en Madrid, Emilio Tuñon me comentaba que nunca había llegado ningún cliente ofreciendo un proyecto comisionado. Con algunas excepciones, todo el trabajo realizado hasta ahora por la oficina ha sido a través del concurso público: la mezcla de humor, radicalidad formal y eficacia calculada es la fórmula acertada del estudio para conseguir sus trabajos.

En el concurso del edificio polivalente de Teruel - ciudad española 'perdida' entre la Costa Brava y el interior del país - la propuesta de Mansilla y Tuñon consistía en una crujía enorme que marcaba irónicamente Teruel en el mapa de España: ¡Usted está aquí! Un gesto que en su claridad formal no solamente organizaba el programa de manera eficaz, sino que a la vez sublimaba el sueño del cliente: la visibilidad de su ciudad. Su propuesta para el Museo de Arte en Cantabria se basa en una interpretación arquitectónica de las montañas que enmarcan la perspectiva del terreno. El resultado es un edificio fragmentado en un ensamble de tragaluces bajo un enorme dramatismo volumétrico; una construcción que acoge la luz y genera sombras como si fuera una representación tridimensional de un Mont St. Victoire de Cezanne. Y como último ejemplo, el Museo del Automóvil en Madrid cuyo cerramiento se consigue a través de unos grandes bloques, a modo de ladrillos gigantes - hechos de automóviles compactados y galvanizados-. El edificio no solamente es el mausoleo para los objetos de colección sino que incorpora a su fachada la imagen del automóvil anónimo, como si se tratase del homenaje monumental al 'soldado desconocido'.

Estos son solo algunos ejemplos que enmarcan la prolífera obra del estudio, encaminado sobre todo a la construcción de infraestructura cultural; el Museo Provincial de Zamora, el Museo de Bellas Artes de Castellón, el Centro regional de Documentación de Madrid, el Auditorio de León y finalmente el Centro de Arte MUSAC en Castilla León, estructura museística que les mereció el prestigioso premio Mies van der Rohe, con solo quince años de existencia. A pesar de la importancia de estas construcciones para la fama del estudio, me gustaría hablar de una obra menos conocida; una particular solución técnica para ser preciso . En el salón de actos de la planta alta de la Fundación Pedro Barrié de la Maza, las sillas se cuelgan del techo consiguiendo el espacio vacío para exposiciones o talleres. Los asientos, están intercalados con precisión entre las líneas de lámparas que iluminan el espacio, generando una mágica tramoya de tentáculos suspendidos. Cuando las sillas se encuentran en el piso, las lianas que sirven para alzarlas actúan como trapecios listos para empezar el número.

Mansilla y Tuñon hablan con una clara referencia a Le Corbusier- sobre una 'caja de los milagros' espacio en donde cualquier actividad es posible mediante el apilado de un conjunto de escenarios polivalentes, dinámicos y cambiantes. El espacio actúa como la convertible arena de circo, donde la jaula de los leones desaparece para dar paso a los magos del equilibrio, a la espera de otro acto. Los que ya conocen la trayectoria de Mansilla y Tuñon, saben hacia donde me dirijo con estas circenses referencias: Luis Mansilla e Emilio Tuñon son efectivamente más que un dúo de arquitectos/constructores. En 1993 fundaron la cooperativa de pensamientos CIRCO, una revista distribuida gratuitamente por Internet o a través de fotocopias que los arquitectos regalaban entre alumnos, amigos y colegas, firmes en su propósito de utilizar la escritura y el dialogo crítico como parte indispensable de la práctica arquitectónica. En el primer número de CIRCO Luis Mansilla abre el diálogo con unas notas sobre la obra de Calder:

'El circo de Calder es, quizás, el episodio de esta centuria mas cargado de reflexiones sobre estructura, escultura, teatro y espectáculo, sobre el movimiento y el aire que nos rodea, pero es también, ante todo, una actitud que traza gestos y ademanes del enfrentarse al mundo con una conciencia artística moderna, exageradamente pop en su porosidad receptiva y extraordinariamente precisa en la materialización de sus percepciones.'

No es casualidad que el primer número la revista se tratase de esta obra de Alexander Calder que celebra lo lírico y dramático de las leyes físicas y privilegia la experiencia colectiva sobre la individual. Calder utilizaba la pista de circo como un lugar de diversión, placer y movimiento que le permitía ñ a través del juego - ampliar los límites de la creación artística. De la misma manera la revista CIRCO sirve como dispositivo alterno para repensar el papel de la arquitectura, indagar la lógica interna del proceso de diseño y establecer un diálogo efectivo entre los lectores y escritores de la revista. Más que una colección de malabarismos intelectuales o acrobacias literarias, lo circense se perfila como un método de trabajo. La actitud humorística, el obvio placer por el juego de la creación y la despreocupada manera de emprender sus proyectos, son las herramientas que proveen el estudio de Mansilla y Tuñon de un agudo poder para reinventar la arquitectura.

Me acuerdo de cuando yo era alumno de su taller en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid hace unos diez años aproximadamente - nos hicieron proyectar un enorme 'Madrid Beach' en la Casa de Campo, justo al oeste de la ciudad, para responder a la burla catalana que acusa a la capital de no poseer playa. No es específicamente la irónica y eterna competencia entre Madrid y Barcelona o el obvio orgullo madrileño de mis maestros de entonces lo que me hace contar esta anécdota; lo que me sigue llamando la atención es la fe en la voluntad arquitectónica y el optimismo moderno de actuar de forma efectiva en nuestra práctica cotidiana del espacio ya sea en el museo, estadio o la ciudad. La arquitectura es por lo mismo un dispositivo para escribir narrativas o fábulas urbanas y representa la ferviente esperanza de interactuar con este gran circo intangible que es la ciudad actual. Mientras Koolhaas promulga que ya es hora de salir del teatro, Mansilla y Tuñon se mantienen firmes como dirigentes en la arena, incitando a los músicos para que toquen más fuerte y con más vigor las nuevas melodías que vayan surgiendo. Pasen y vean!

 

Link:
http://www.emiliotunon.com/portfolio/circo/

 

Imagen:
Primer número de CIRCO (1993), publicación de Mansilla + Tuñón Arquitectos.

 

 

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