Dos líneas hechas en la tierra

Go Hasegawa
'Centro Cultural Teopanzolco, Isaac Broid + PRODUCTORA', Arquine, Ciudad de México, 2019

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Nosotros, los arquitectos, a una línea horizontal, dibujada en alzado y en sección, la llamamos ‘línea de tierra’. Esto es algo que se comparte tanto en el ambiente de la práctica como en el de la educación arquitectónica. Sin embargo, la línea horizontal no es el suelo en sí, sino más bien un único delineado de la tierra, es decir, un borde donde el cielo se encuentra con la tierra. A pesar de esto, se decidió hace tiempo denominarla convencionalmente ‘línea de tierra’ y, a su vez, al contorno del techo se lo llamó ‘línea del horizonte’. Por lo tanto, podríamos decir que, al construir un edificio, una línea horizontal se divide en dos líneas: la de la tierra y la del horizonte. Estas dos líneas siempre han estado separadas por las enormes construcciones que repentinamente surgieron durante el siglo pasado, y la distancia entre ellas es cada vez mayor. Pero es la silueta del horizonte la que está en constan-te transformación. La ingeniería civil está cambiando la línea de tierra a través de creaciones, pero la relación entre un edificio y el suelo retiene su simpleza. Al aferrase al suelo, el edificio obtiene su estabilidad y, de alguna manera, mantiene el equilibrio mediante un pequeño gancho que ejerce en la superficie de este planeta redondo. Contamos con varios métodos, como hacer que los cimientos sean más profundos o más pesados, de-pendiendo de cuál sea la situación por debajo (especialmente en lugares más expuestos a terremotos, como México o Japón). Pero, de cualquier modo, la acción de construir hacia la tierra es básicamente muy simple, y no ha cambiado mucho. Por el contrario, desde que la sociedad capitalista ha permitido redibujar la línea del horizonte, los edificios se han impuesto en el cielo en las últimas décadas, como podemos ver en tantas ciudades del mundo. Nuestra línea del horizonte ha quedado muy lejos de la línea de tierra.

Todavía construimos todo tipo de edificios, pero la relación del ser humano con la tierra se ha enrarecido y ahora nos es mucho más difícil sentir el suelo en nuestro día a día. Como dije anterior-mente, una de las razones para explicar esto podría darse con la llegada de los mencionados rascacielos, pero incluso en una casa pequeña puede que perdamos la sensación de estar aferrados a la tierra, una sensación que solíamos tener en origen. Creo que una de las razones fundamentales de esto es que entendemos la línea de tierra y la línea del horizonte como cosas externas al edificio, ya que el edificio divide una única línea horizontal en dos: la de la tierra y la del horizonte. Sin darnos cuenta, hemos reconocido estas dos líneas como herramientas de construcción y, de hecho, nos hemos olvidado por completo que, en un principio, eran una sola línea horizontal en la tierra.

Pensaba todo esto mientras viajaba en el asiento del acompañante en el auto de Víctor, regresando a la Ciudad de México desde el Centro Cultural Teopanzolco. Más que nada, me sentí sumamente impresionado por el sentido de la existencia que tiene este edificio, que se luce casi como una renovación de la superficie. Noté que, tanto la línea de la tierra como la del techo, funcionaban como parte de la Tierra. Francamente, para mí no era tan importante verificar los contenidos de este proyecto sino más bien entender el contexto, la planificación, el diagramado del programa, el material, los detalles, etc., cosas que me interesan siempre al visitar un edificio. Desde luego, el proyecto frente a una zona arqueológica ha sido bien resuelto, pero desde ya, y como se da en la mayoría de edificios de hoy, éste es un proyecto más para sugerir preguntas que para resolver cuestiones. Tenemos que hablar más sobre proyectos que nos puedan traer de vuelta a las cosas fundamentales. Éste es un edificio que nos trae de vuelta y nos muestra el momento en que el único delineado de esta tierra se divide en dos líneas.

 

 

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