Manual de Montaje. Objetos como pequeños edificios.

PRODUCTORA
Texto curatorial para la exposición y catálogo 'Manual de Montaje', en ARCHIVO, Ciudad de México, 2012 - 2013

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Un afortunado viaje a la ciudad de Los Ángeles nos dio la posibilidad de conocer de primera mano la obra de arquitectos que siempre habíamos admirado: los Eames, Schindler, Koenig, Neutra y Ellwood, así como la lógica constructiva y el ensamblaje industrial de sus proyectos. Los Case Study Houses fueron especialmente inspiradores. Un viaje al desierto californiano nos introdujo también al trabajo de Albert Frey, un discípulo de Le Corbusier que, después de haber cruzado por Nueva York, decidió cambiar de latitudes e instalarse en la pacífica ciudad de Palm Springs, morada vacacional de ricos y famosos de la época. De origen suizo, Frey encontró en California la fuente de inspiración para la génesis de su obra aunque muy pronto la relación de este pueblo turístico y el arquitecto se tornó recíproca. Frey convenció a sus acomodados ciudadanos, acostumbrados a la calidez de un eterno verano, a construir un teleférico de hechura suiza, que les transportase en cuestión de minutos desde el corazón del desierto hasta el paisaje alpino de las montañas nevadas que rodean el valle: un juguete de mecano construido a escala 1:1.

Hay un momento que nos parece especialmente significativo en la carrera del arquitecto. A su llegada a los Estados Unidos, diseñó una unidad de vivienda llamada ‘The Aluminaire House’, un proyecto realizado ex profeso para la exposición del Architectural League de Nueva York, en 1931. Desarrolló este prototipo en colaboración con el arquitecto neoyorquino Lawrence Kocher, quien compartiría con Frey novedosas ideas sobre sistemas de viviendas prefabricadas e industrializadas. El habitáculo fue apodado irónicamente con el sobrenombre de la casa de hojalata o enlatada y era el uso más vanguardista hasta la fecha de materiales comerciales como vigas y columnas de aluminio estructural, suelos de acero, fachadas de aluminio acanalado, paneles de aislante y suelos de linóleo. El prototipo se levantó en menos de diez días dando forma a los radicales experimentos de Frey con aluminio estructural y recubrimientos exteriores ligeros. Además de esta novedosa estructura, el proyecto original albergaba singulares artilugios de diseño, como un sofá hecho de hule que se podía desinflar para ser guardado, un comedor plegable y una silla expandible en forma de espiral.

Sorprendido con la eficacia de esta pequeña vivienda, el reconocido arquitecto americano Wallace K. Harrison decidió comprarla por la cantidad de mil dólares, con el ánimo de convertirla en una casita de fin de semana en su propiedad en Syosset. Se rumora que, a pesar de que el desmontaje no llevó más de un par de horas, re-ensamblarla se convertiría en una ardua epopeya. Después de haberla transportado por barco hasta Long Island, contratiempos climáticos borraron por completo las marcas de gis que fueron anotadas en las piezas modulares para identificarlas y ayudar en su armado. Lo que en su momento había sido creado para convertirse en el prototipo ejemplar de la casa ensamblable, acabó por transformase en un rompecabezas. Cuando lograron su propósito, se dieron cuenta de que sobraban varias piezas y ángulos, por lo que la malograda vivienda jamás recuperó la rigidez estructural que tuvo originalmente.

La obsesión de Frey por estos sistemas constructivos estilo Mecano y sus experimentos con elementos estructurales y recubrimientos, son un ejemplo fascinante de una arquitectura donde el interés lúdico por las posibilidades de la ciencia y el ensamblaje de materiales juegan un papel fundamental (Jean Prouvé y su Maison Tropical, sería otro ejemplo a tener en cuenta). Este interés en la tectónica o en el ‘cómo las cosas están armadas’ es, sin duda, un asunto crucial que siempre nos ha interesado en nuestra práctica. Esto nos conduce a un reiterativo interés por el diseño como oficio constructivo, recurso principal de la muestra: ‘la poesía de la construcción’ como noción arquitectónica que se aplica al diseño industrial y a los objetos que nos rodean.

Objetos que funcionan como pequeños edificios: planeados, dibujados y construidos. Objetos que se ensamblan y apilan en un sinfín de materiales y elementos, semejantes a una estructura arquitectónica. La tectónica del objeto siempre está presente, ya sea a través de una existencia secreta y oculta o jugando un papel fundamental y visible. De hecho, el éxito de muchos artefactos reside justamente en la facilidad con la que se transportan, ensamblan y desarman para reconfigurarse como objetos personalizados. Llegados a este punto, no podemos dejar de remitirnos al coloso multinacional Ikea. Su éxito se basa precisamente en el principio del flat-packing y en el hecho de que son los usuarios quienes arman los muebles. Al igual que en el McDonald’s –donde el cliente tiene que hacerlo todo por el mismo– las tiendas Ikea dependen de la buena voluntad y disposición de sus usuarios a la hora de participar en la cadena de producción. El estudio sobre los ‘flat-packs’ (literalmente paquetes planos) comenzó en la década de 1950 cuando uno de los primeros diseñadores de Ikea quitó las patas a la mesa Lövet para que cupiera en la cajuela de su coche. La esencia de los productos de esta firma sueca no reside exclusivamente en el depurado look escandinavo, sino en la comodidad implícita desde la propia manufactura hasta la cadena consecuente: —embalaje, transporte, almacenaje, el sistema de ventas tipo autoservicio y, sobre todo, el simulacro-showroom (más real que tu propia casa, diría Baudrillard). Parte imprescindible dentro de este aparato mercadotécnico es el lenguaje didáctico de sus manuales de montaje; en vez de largos y tediosos cursos de capacitación para sus trabajadores, Ikea prefiere adoctrinar a sus clientes en el armado de sus muebles.

Todos sabemos que, lo divertido de juegos como el Lego, Tinkertoy o Mecano, no es reproducir a ciegas el elemento impreso en la caja, sino dar rienda suelta a la imaginación con nuevas composiciones construidas mediante las piezas y elementos suministrados. Pienso en el trabajo del video artista israelí Guy Ben-Ner, Treehouse Kit, proyecto comisionado en el 2005 para representar a su país en la 51 Bienal de Venecia. La pieza formaba parte de un proyecto más extenso titulado ‘Autorretrato como hombre de familia’ (Self Portrait as a Family Man): una instalación conformada por una escultura y un video traslapados en el tiempo. Durante la acción se podía ver a un malogrado Ben-Ner convertido en naufrago que acaba (no se sabe muy bien si por accidente o autoexiliado) en una isla prefabricada. Obsesionado con los procesos de bricolaje transforma el único árbol del desértico oasis en un sinfín de muebles y objetos domésticos. Este árbol polimórfico es la reconfiguración creativa de piezas estandarizadas para la construcción de camas, buros, closets y mobiliario doméstico muy en la línea de Ikea. Como si fuera el resultado de una errónea lectura de las instrucciones de montaje, el árbol de Guy Ben-Ner hace caso omiso a cualquier lógica espacial de departamento urbano y se despliega a lo largo de cuatro metros, invadiendo todo el espacio. El resultado es un proceso de montaje intuitivo y natural que sobrepasa cualquier el código de cualquier arquitecto o diseñador. El conocimiento tectónico es reemplazado por la creatividad ad hoc de este ciudadano común, que se resiste a la alienación de la vida contemporánea. La relación directa entre la mano del artesano –inventor y productor a la vez– nos confronta con la distancia que actualmente existe entre el diseñador y el producto final.

En todas las disciplinas de diseño, desde la arquitectura hasta la moda, hay un momento en la historia en el cual el dibujo se convierte en la coyuntura necesaria entre la cabeza y la mano del creador. Es así que la palabra ‘diseño’ acontece en la arquitectura: cuando el oficio del arquitecto y del constructor se separan y surge la necesidad de cerrar esta fisura se genera un término que bautice el dibujar o planear antes de la construcción. La relación compleja y recíproca entre dibujo y objeto, entre plano y edificio, o entre patrón y prenda, problematiza la distancia entre la invención y la reproducción de una idea. No es de extrañar pues que los dibujos de las patentes sean más valiosos que el objeto producido en masa, y que muchos de los proyectos arquitectónicos o de diseño más icónicos se quedaran en su fase proyectual.

En esta exposición nos interesa el dibujo como parte crucial dentro del diseño, eslabón inevitable en el proceso de producción objetual. Sin embargo, lejos de regodearnos en la singularidad de los dibujos artísticos y conceptuales de los famosos diseñadores que podemos apreciar en museos de diseño, nuestro interés recae en el dibujo anónimo: el instructivo de ensamblaje, la plantilla de corte o el manual de uso. Estos dibujos nos devuelven a un estadio infantil, cuando nos ganaba la curiosidad por comprender la anatomía de los objetos, embelesados por la calidez gráfica de los diseños. El dibujo constructivo y la ilustración del manual de uso presentan el objeto desnudo: una ilustración práctica y factual sin pretensiones compositivas ni artísticas. Su lógica de ingeniería mecánica, la gráfica en blanco y negro y su sistema de índices y codificación generan una composición dinámica en donde diferentes escalas, plantas, alzados y conexiones se representan al unísono sobre una sola hoja de papel. La axonometría explotada, tan característica del diseño industrial, nos recuerda a los dibujos de El Lissitsky en donde los objetos, planos, líneas y volúmenes parecen flotar libremente en el espacio euclidiano. En estas representaciones coexiste la unidad del objeto con la especificidad de sus elementos constructivos en un asombroso collage tridimensional. Observando los detalles, los dibujos incorporados a la muestra amplían la esencia de los objetos e ilustran, de manera sencilla y natural, la genealogía de los mismos. Esperemos que los dibujos incorporados en esta exposición sirvan para ampliar el campo de la muestra e ilustren de manera natural el proceso de armado de las piezas seleccionadas.

 

Imágenes:

(1) Cut-Away" dibujo de Kocher y la Casa Aluminaire de Frey de Popular Mechanics (Agosto 1931).

(2) Bicicleta Strida, Vista axonométrica explotada de sus elementos, Mark Sanders y el Equipo de Diseño Strida, GB, 2007.

 

 

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